7 de marzo 2025
La imagen de la foto con el caballo de José Eduardo Aigo, sin él, es el símbolo de su ausencia y el reclamo de una justicia que no llegó.
Por Graciela Vázquez Moure
El 7 de marzo de 2012 la noticia se conoció temprano, la muerte durante la madrugada de un sargento de la Brigada Rural de Junín de los Andes, generó conmoción en San Martín de los Andes y en la ciudad vecina, momentos más tarde Neuquén conocía los entretelones de un crimen, y la Nación tenía un cimbronazo.
Uno de los detenidos era el hijo del intendente de San Martín de los Andes, Juan Carlos Fernández, perteneciente al PJ y su hijo Juan Marcos Fernández era quien conducía una camioneta Mitsubishi L200 por la ruta 23 la madrugada del 7 de marzo. Junto a él viajaban dos chilenos, ambos fueron los responsables en esa madrugada de marzo, del crimen del sargento José Aigo, de la Comisaría Rural de Junín de los Andes. El hecho fue cercano a Pilo Lil.
Juan Marcos, ya esposado por Guerrero, fue detenido cuando se dirigieron al hospital de Junín de los Andes, con José Eduardo Aigo agonizando. Momentos después falleció. Primero un tiro por la espalda y un nuevo disparo que lo hirió gravemente y terminó con su vida. La reacción surgió de uno de los chilenos, cuando el sargento fue hacia la caja de la camioneta, y después de pedir documentos revisaba el interior, ambos efectivos suponían que se enfrentaban a cazadores furtivos, en el momento de la requisa allí recibió un proyectil por la espalda, fue Salazar Oporto quien dispara dos veces.
La historia es extensa, cubrí la información desde el primer momento, cuando desde la comisaría rural me informaron que parecía un crimen de furtivos y una de las personas era de nuestra ciudad, y no pudieron dar su nombre, porque sin duda el detenido no era cualquier vecino de la zona. Eran las 7 de la mañana de ese día y así comenzó una jornada en la que pocas horas después, empezó a conocerse el hecho ante el impacto social.
A la tarde en diálogo con los fiscales de Junín de los Andes, conocí los nombres. Los chilenos responsables del crimen se habían olvidado sus documentos en la camioneta abandonada después del tiroteo con Pedro Guerrero, que milagrosamente salvó su vida y la de Juan Marcos Fernández, porque como suponían los fiscales el propósito era no dejar testigos vivos en el lugar, porque los dos hombres después del enfrentamiento volvieron a la escena de los hechos, quizás para buscar sus pertenencias o no dejar a nadie con vida. Huyeron en medio de la oscuridad, uno de ellos Cortes Torres se supo que estaba herido en una pierna.
Digo es imposible sintetizar días de investigación. De actuaciones, de nuevas detenciones, de allanamientos. Los dos chilenos Salazar Oporto y Cortés Torres, estuvieron en un paraje cercano, nunca pudieron ser detenidos. Fueron buscados por más de cien efectivos de la provincia y después de dos meses, escaparon por la frontera que no tiene control alguno. Siempre se supo que en esa zona se escondían. Fue una situación difícil, estaban en medio de una comunidad Mapuche. Larga y complicada historia.
Y así pasaron los años y a pesar de las recompensas que aún se mantienen, nadie dio pistas de ellos. Buscados por Argentina, Chile e Interpol. La causa sigue activa y desde la Justicia neuquina, se ha dicho en varias oportunidades, que se los sigue buscando.
Hasta que hace unos meses en medios de la región surgió un dato, trascendido pero que pudo ser cierto.
Los prófugos, Jorge Antonio Salazar Oporto y Alexis Alfredo Cortés Torres, vinculados al crimen, habrían estado en la zona de Villa Mascardi hasta el desalojo de la comunidad Lafken Winkul Mapu en 2022, según indicaron fuentes cercanas a la investigación.
Ambos habrían permanecido en Villa Mascardi hasta 2022 y, según las mismas fuentes, al menos en el verano, uno de ellos podría estar en Esquel, mientras que el otro habría sido visto en zonas cercanas a El Foyel y El Bolsón, esto se dijo hace dos meses, pero no hubo procedimientos ni datos desde el lado de la justicia y de la policía de Neuquén.
Pasaron 13 años del crimen, Salazar Oporto tiene 63 años y Alexis Cortés 50, seguramente su fisonomía no es la misma, cambiada por una cuestión del tiempo transcurrido y por cambios realizados para no ser reconocidos.
Este 7 de marzo, se cumple un nuevo aniversario de la muerte de José Aigo, sin justicia, sin información fehaciente que determine pistas que conduzcan a la resolución del caso y a la pena que le correspondería a los asesinos, que según se supo en aquél momento, pertenecían a un grupo guerrillero de Chile, Salazar Oporto estaba en la zona de El Bolsón y Alexis Cortes Torres había regresado en ese momento de Venezuela.
Nadie supo a dónde se dirigían, habían tratado de evitar las zonas de cámaras de seguridad y luego tomaron la ruta 23, Juan Marcos Fernández detuvo la camioneta al ver el móvil policial que se había detenido con las balizas. Guerrero y Aigo, recorrían la zona y vieron el vehículo en esa madrugada. Se detuvieron y la otra camioneta hace lo mismo. De ahí en más comienza el triste episodio que termina con la vida de José Aigo. La investigación, los procedimientos, las teorías, hipótesis que no pudieron tener argumentos aprobados.
Llevaban bolsas que podían sumergirse sin afectar lo que pondrían dentro, impermeables, estuvieron en nuestra ciudad el día anterior. Se los vio comprando bebidas en una estación de servicio, y sucedieron muchas otras cosas que sería muy extenso relatar.
Destacamos que Juan Carlos Fernández, quien fue intendente de la ciudad hasta el 2015, falleció hace tres años.
La causa no se resolvió, el crimen no tuvo detenidos, solo a Juan Marcos Fernández durante un breve período, los culpables siguen sueltos, sigue la recompensa de cien mil dólares del gobierno de Neuquén para quien dé datos fehacientes. José Aigo y su familia no tuvo la Justicia que debió tener.
Pedro Guerrero en el 2012 era oficial y luego de pasar por una tremenda situación emocional por ver morir a su compañero, en este 2025 sigue en la institución neuquina y actualmente tiene el cargo de comisario y es Jefe de la Brigada Rural y Abigeato de la zona de Curruhue, en Junín de los Andes.
La imagen de la foto con el caballo de José Aigo, sin él, es el símbolo de su ausencia y el reclamo de una justicia que no llegó.
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